viernes, 1 de diciembre de 2017

JUECES. CAPÍTULO 19

El crimen de Guibeá  (Gn 19)

191Por entonces no había rey en Israel. En la serranía de Efraín  vivía un levita que tenía una concubina de Belén  de Judá. 2Ella le fue infiel y se marchó a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allí cuatro meses. 3Su marido se puso en camino tras ella, a ver si la convencía para que volviese. Llevó consigo un criado y un par de burros. Llegó a casa de su suegro, y al verlo, el padre de la chica salió todo contento a recibirlo. 4Su suegro, el padre de la chica, lo retuvo, y el levita se quedó con él tres días, comiendo, bebiendo y durmiendo allí. 5Al cuarto día madrugó y se preparó para marchar. Pero el padre de la chica le dijo:
-Repón fuerzas, prueba un bocado y luego os vais.
6Se sentaron a comer y beber juntos. Después el padre de la chica dijo al yerno:
-Anda, quédate otro día, que te sentará bien.
7El levita se disponía a marchar; pero su suegro le insistió tanto, que cambió de parecer y se quedó allí.
8A la mañana del quinto día madrugó para marchar, y el padre de la chica le dijo:
-Anda, repón fuerzas.
Y se entretuvieron comiendo juntos, hasta avanzado el día.
9Cuando el levita se levantó para marchar con su mujer y el criado, el suegro, el padre de la chica, le dijo:
-Mira, ya se hace tarde; pasa aquí la noche, que te sentará bien; mañana madrugas y haces el camino a casa. 10Pero el levita se quiso quedarse y emprendió el viaje; llegó a dar vista a Jebús (o sea, Jerusalén). Iba con los dos burros aparejados, la mujer y el criado. 11Llegaron cerca de Jebús ya atardecido, y  le dice el criado a su amo:
-Podemos desviarnos hacia esa ciudad de los jebuseos y hacer noche en ella.
12Pero el amole respondió:
-No vamos a ir a una ciudad de extranjeros, de gente no israelita. Seguiremos hasta Guibeá*.
13Y añadió:
-Vamos a acercarnos a uno de esos lugares, y pasamos la noche en Guibeá o en Ramá.
14Siguieron su camino, y la puesta del sol los pilló cerca de Guibeá de Benjamín. 15Se dirigieron allá para entrar a pasar la noche. El levita entró en el pueblo y se instaló en la plaza, pero nadie los invitó a su casa a pasar la noche.
16Ya de tarde llegó un viejo de su labranza. Era oriundo de Efraín, y, por tanto, emigrante también él en Guibeá. Los del pueblo eran benjaminitas.
17El viejo alzó los ojos y vio al viajero en la plaza del pueblo. Le preguntó:
-¿Adónde vas y de dónde viernes?
18Le respondió:
-Vamos de paso, desde Belén de Judá hasta la serranía de Efraín; yo soy de allí y vuelvo de Belén a mi casa; pero nadie me invita a la suya, 19y eso que traigo paja y forraje para los burros, y tengo comida para mí, para tu servidora y para el criado que acompaña a tu servidor. No nos falta nada.
20El viejo le dijo:
-¡Se bien venido! Lo que te haga falta corre de mi cuenta. Anda, no te quedes de noche en la plaza.
21Lo metió en su casa, echó pienso a los burros, los viajeros se lavaron los pies y se pusieron a cenar.
22Ya estaban animándose cuando los del pueblo, unos pervertidos, rodearon la casa, y aporrearon la puerta, gritaron al viejo, dueño de la casa:
-Saca al hombre que ha entrado en tu casa, que nos aprovechemos de él.
23El dueño de la casa salió afuera y les rogó:
-Por favor, hermanos, por favor, no hagáis una barbaridad con ese hombre, una vez que ha entrado en mi casa; no cometáis tal infamia. 24Mirad, tengo una hija soltera: os la voy a sacar, y abusáis de ella y hacéis con ella lo que queráis; pero a ese hombre no se os ocurra hacerle tal infamia.
25Como no querían hacerle caso, el levita tomó a su mujer y se la sacó afuera. Ellos se aprovecharon de ella y la maltrataron toda la noche hasta la madrugada; cuando amanecía la soltaron.
26Al rayar el día volvió la mujer y se desplomó ante la puerta de la casa donde se había hospedado su marido; allí quedó hasta que clareó.
27Su marido se levantó a la mañana, abrió la puerta de la casa, y salía ya para seguir el viaje, cuando encontró a la mujer caída a la puerta de la casa, las manos sobre el umbral. 28Le dijo:
-Levántate, vamos.
Pero no respondía. Entonces la recogió, la cargó sobre el burro y emprendió el viaje hacia su pueblo.
29Cuando llegó a casa, agarró un cuchillo, tomó el cadáver de su mujer, lo despedazó en doce trozos y los envió por todo Israel.
30Cuantos lo vieron comentaban:
-Nunca ocurrió ni se vio cosa igual desde el día en que salieron los israelitas de Egipto hasta hoy. Reflexionad sobre el asunto y dad vuestro parecer.

Explicación.

GUERRA CIVIL

19-21 El protagonista de estos capítulos es realmente la confederación, y el asunto es interno. El espíritu de solidaridad vincula a las tribus: el delito cometido en una tribu afecta a todos, el castigo es un acto colectivo, pero también es compartido el deseo de que no se menoscabe la unión con la destrucción de una tribu. Como al fin predomina este deseo salvador, la tragedia se abre a la esperanza.

La narración está construida en tres actos o cuadros bien diferenciables: el delito, la lucha, la paz. De tal construcción surgen algunas relaciones sugestivas: el arranque es una relación matrimonial intertribal que se quiebra y se recompone; de allí procede la gran rutpura entre las tribus, que al fin se recompone; precisamente en un acto matrimonial colectivo. La dieta en Atalaya decreta el castigo, la fiesta en Siló sella la reconciliación.

El perfil estilístico de las escenas es vario. El primer capítulo es una de las mejores narraciones que se leen en el Antiguo Testamento, en cambio el segundo es confuso en su estado actual; el tercer capítulo es poco llamativo.

En estas relaciones entre tribus -que ya hemos encontrado varias veces a lo largo del libro- tiene un papel decisivo un levita, es decir uno perteneciente a la tribu sin tierra, ligado por residencia a Efraín, por matrimonio a Judá; entre Efraín y Judá se encuentra la tribu culpable, Benjamín. Las localidades sacras del relato se encuentran en territorio de Efraín, Siló en el centro, Mispá y Betel en el confín meridional. También aparece Yabés de Galaad, para que no falte una presencia de Transjordania.

Belén de Judá, Benjamín como antagonista, Yabés de Galaad que no lucha contra Benjamín, Yebús = Jerusalén nos llevan sin querer a evocar la historia de David. ¿Se contarían estos sucesos "premonárquicos" en la patria del rey David? ¿Hubo un intento posterior de ligarlos a su memoria? El texto no ofrece más datos que esa acumulación de coincidencias.

Por este capítulo podemos llegar a medir la maestría de los antiguos narradores. El proceso avanza linealmente alternando escenas de quietud y movimiento, lentas y rápidas; calibrando la mezcla de diálogo y acción. Nos hace pasar del tono gozoso al temor, del encuentro sereno a la noche sombría. El narrador repite al principio para detener, al final lo sacrifica todo al dato escueto, decisivo. Es como un milagro de contención: un par de rasgos recrean toda la escena, tensa de pasión, sin que la voz del narrador tiemble apenas. Si hay algo no sentimental en ese descubrimiento del cadáver y el descuartizarlo. Además, la velocidad arrolladora del final espanta, sin dar lugar a las lágrimas.

Motivo constante es la hospitalidad, sagrada a los antiguos. Hospitalidad cordial en casa del suego, no esperada de los jebuseos y negada por los de Loma, de nuevo hospitalidad generosa en la casa del forastero, y el delito contra el huésped.

La narración tiene evidentes puntos de contacto con la de Sodoma, Gn 19, y con la de Saúl, 1 Sm 11, quizá aluda a ella Job 31,31-32.

19,1 Las concubinas están admitidas en la legislación. Es fácil que el levita tuviera una mujer de su misma tribu.

19,2-3 Así se lee el texto hebreo, y habría sido causa de repudio si la legislación estricta estuviera entonces en vigor. Otras traducciones, empezando por las antiguas, hablan sólo de un enfado transitorio. Pero no esetá de más recordar a Oseas, que habla también de infidelidad y de "hablar al corazón" (la misma fórmula que el v.3). Tal como se lee el texto, la iniciativa del marido es un acto de perdón en busca de la reconciliación. En vez de "llegó a casa de su suegro", el texto hebreo dice "ella lo metió en casa de su padre". La alegría del suegro puede tener un componente de interés, porque una hija separada así del marido es un problema doméstico.

19,4 Suena por primera vez el verbo lyn (pernoctar, quedarse), que será dominante en la narración hasta el v.20.

19,4-9 Estos relatos se recitaban y se escuchaban repetidas veces. Si al que los oída por primera vez, lo vencía la curiosidad por el desenlace, el oyente ya enterado apreciaba valores más importantes. Así, sabido el desenlace, la insistencia del padre tiene algo de presentimiento; y como el hebreo "cobrar fuerzas, sentar bien" emplea la palabra lbb (corazón, mente), el presentimiento queda subrayado.

Produce un ritmo lento la repetición cinco veces de "se levantó para irse". Es como una pereza narrativa, la acción no quiere despegar. Nada más cotidiano y sin interés que este comer y beber, y acostarse. "¿Qué va a salir de aquí?" pregunta impaciente el que no conoce la historia; "¡y pensar en lo que va a salir de aquí" comenta el que la conoce.

19,10-15 La distancia aproximada del camino es de dos leguas hasta Jerusalén, y otras dos hasta Loma, unas cuatro horas largas de camino. Jebús es el nombre de la tribu, sólo aquí y en 1 Cr 11,4-5 recibe ese nombre la ciudad: hasta la conquista de David, fue un enclave inexpugnable para los israelitas. Según la tradición recogida por Jr 31,15, Ramá es el lugar donde murió Raquel al dar a luz a Benjamín (véase Gn 35); si los oyentes conocían esta tradición, la mención de Ramá despertaría resonancias sugestivas.

19,12 *= Loma.

19,13 Ramá (= El Alto) y Guibeá quedan a izquierda y derecha del caminante que viene desde Jerusalén; los viajeros tiran a la derecha, y noc on buen agüero.

19,15 La aldea era abierta, sin muralla ni puerta, y la plaza es el sitio de reunión, patente a la curiosidad de todos. No hay excusa para esa falta grave de hospitalidad. Sólo otro forastero sabe comprender y compadecerse. 

19,16 Job 31,31s.

19,21-22 El paralelismo con el comienzo del capítulo va a preparar de cerca la tragedia. "Meter en casa, comer y beber, recobrar fuerzas o sentirse bien (= hacer bien al corazón)", hay que escucharlo como eco que actualiza el comienzo: otra vez el gozo de la hospitalidad, también en territorio desconocido se encuentra un acogimiento como el del suegro. Simultáneamente se echa encima la tragedia. Hay otra resonancia, la del verso 16 (que suena clara en hebreo): "los del pueblo eran benjaminitas", "los del pueblo eran unos pervertidos" -bene yemini -bene beliya´al). 

19,22-23 La palabra "casa", recinto sacro de la hospitalidad, suena una y otra vez en breve espacio.

19,24 El anciano es un forastero que hospeda a otro forastero, nada puede contra la población local que rodea la casa amenazando; antes que sacrificar a su huésped prefiere sacrificar a su hija doncella. Como comida echada a las fieras para aplacarlas.

19,25 Lo mismo intenta el levita con su concubina, y con éxito. Recuérdese el expediente de Abrahán en Egipto y en Canaán, Gn 12 y 20; y, dejando la iniciativa a las mujeres, el exponerse de Yael y de Judit. Los dos hombres piensan que son recursos lícitos en caso de legítima defensa.

19,26-27 Una pesada e insistente aliteración de sonidos pt / bt subraya con su música la escena. Pero lo visual es aquí más importante.

19,28-29 De repente, el movimiento que se había detenido en los dos versos anteriores, se hace vertiginoso. La densidad de verbos lo realiza.

19,30 El texto griego trae las palabras como mensaje, que el levita pone en boca de los mensajeros. Leyendo el texto hebreo escuchamos una respuesta coral al silencio terrible del verso 28 "pero no respondía". La salida de Egipto, con lo que incluye, se considera como el origen de la confederación.

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